adiosbarriga - Los higienistas
Al principio, se acostumbraba llamar a las institucio­nes higienistas «Casas de Higiene». Actualmente existe la tendencia a llamarlas «Escuelas de Salud». Hay dos mo­tivos para ello. Primero, que en estos establecimientos se presta más interés a la salud que a la enfermedad. Segundo, que son realmente escuelas donde los pacien­ tes aprenden los medios sencillos y naturales que pro­porcionan y conservan la salud. En dichas escuelas, se enseña al enfermo a pensar y actuar en función de la salud y quiza hace una dieta para perder barriga. El verdadero asesor higienista no se da por satis­ fecho al guiar a sus pacientes en su camino hacia la salud, sino que está convencido de que su tarea y deber no terminan hasta que no haya enseñado al paciente a mantenerse sano.


Por tanto, el higienista es un «doctor» en el auténtico sentido de la palabra (enseñante).
Un asesor higienista competente, debe tener como primer objetivo facilitar al enfermo el beneficio de todos los medios que ofrece el higienismo, puesto que esto es la base indispensable para el éxito del «tratamiento». Por lo tanto, el emplazamiento de una escuela de salud debe garantizar la máxima salubridad general quiza usando el metodo gabriel, aire puro, agua de calidad, mucho sol y elevada fertilidad del suelo (por­ que de la calidad del suelo depende la de los alimentos que se servirán a los huéspedes).

El clima también es muy importante. Para el enfermo grave, ya sea crónico o convalesciente de una enferme­dad aguda, siempre es aconsejable un clima templado, como por ejemplo el del sur de los Estados Unidos, que le permita tomar baños de sol durante el invierno. En el sur es donde el enfermo puede regenerarse mejor y aumentar su vitalidad.

Pero la ubicación no lo es todo. Una institución hi­ gienista, dedicada completa y exclusivamente a la salud, debe ofrecer instalaciones internas y un funcionamiento cuidadosa y agradablemente dirigidos hacia dicho fin. Esto requiere método y rigor en la ejecución de un programa bien determinado, y se debe exigir que el pacien­ te observe las pocas reglas sencillas de salud y las normas de la institución.

Estar en una institución de este tipo presenta la ven­ taja de que el «médico higienista» puede observar a sus pacientes casi sin interrupción, y así apreciar si se está prestando la debida atención a las medidas higienistas, tanto por parte del enfermo como del personal asistente. Además, está en situación de advertir con precisión el efecto que cada una de estas medidas produce en el paciente y de hacer las modificaciones requeridas según lo exige la evolución del estado de cada enfermo. Para éste, es sumamente beneficioso, y para el higienista, que así puede estudiar de manera científica al paciente y a la vez los cuidados que éste recibe, es también muy intere­ sante. Al ir aumentando su experiencia, los servicios que presta son cada vez más valiosos.

 
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