Las frutas sufren sólo un principio de digestión en la boca y en el estómago, y hasta ninguna. En general, pasan rápidamente al intestino, donde tiene lugar la pequeña digestión que requieren. Al tomarlas con otros alimentos que necesitan permanecer un largo tiempo en el estómago, las frutas también se quedarán allí hasta que se complete la digestión de aquellos alimentos. Esto provoca una descomposición debido a la acción de las bacterias, como ya hemos comentado al referirnos a los melones.
Las frutas no deben tomarse entre comidas. Si lo hacemos, las introducimos en el estómago mientras éste todavía está ocupado en la digestión de la comida anterior, lo que con toda seguridad ocasionará trastornos. Nuestra regla, que es aconsejable respetar siempre, es: COMER FRUTAS EN UNA COMIDA CONSTITUIDA EXCLUSIVAMENTE POR ELLAS.
El hábito de beber grandes cantidades de zumo de frutas —de limón, naranja, pomelo, uva, tomate, papa ya, etc.— entre walter con esta moda de los zumos de fruta, tal como él lo relata en su Exact Science of Health (La ciencia exacta de la salud).
Nos dice que, a consecuencia de los tratamientos que siguió para recuperar la salud (médicos primero e hidroterápicos después), tenía un apetito endiablado que tuvo como resultado la irritación de su estómago. Se había convertido en un comilón insaciable. Y agrega: «Siempre tenía sed, pero al no gustarme el agua y al haberme dicho que las frutas poseen grandes cualida des, bebía abundantes zumos de fruta fríos, que fermen taban en mi estómago creando y perpetuando la fiebre que temporalmente aliviaban, todo lo cual me mantenía en un estado de bulimia febril que sobrepasaba todos mis demás sufrimientos».
Esta experiencia hizo que el doctor WALTER aban donara el vegetarianismo y volviera a la dieta carnívora. Al comer a todas horas (porque beber zumos es igual que comer) le sobrevino una neurosis que él confundió con el hambre real. Tratar de vencer esta neurosis comiendo, es como querer apagar un incendio con gasolina. Las personas que confunden la irritación gástrica con el hambre y van «apaciguando» este «hambre» utilizando lo que causa la irritación, irán de mal en peor. El dejar el vegetarianismo salvó al doctor WALTER, no porque el vegetarianismo fuese malo, sino porque empezó a co mer sólo una vez al día y dejó de abusar de los zumos de fruta entre comidas.
No existe dieta tan buena que no se estropee con el hábito de beber zumos de fruta, ni tampoco dieta tan mala que no pueda empeorar con este hábito. Y esto es cierto no porque los zumos sean malos, pues de hecho son excelentes, sino porque tomados de dicha manera estropean la digestión.
Muchos errores cometidos hoy en día por los pseu- doespecialistas en dietética, se evitarían si éstos conocie ran un poco mejor la historia de la reforma dietética. Todos sus «descubrimientos» fueron hechos y compro bados hace ya mucho tiempo, y algunos de ellos, que disfrutan ahora de inmensa popularidad, se demostraron nocivos y fueron, por tanto, abandonados.
Las verduras forman la combinación ideal con los frutos oleaginosos, pero éstos también pueden tomarse con las frutas ácidas. Esto es cierto, por supuesto, para los frutos oleaginosos ricos en proteínas y no para los cocos, castañas, bellotas, etc., que contienen mucho almidón. Las frutas dulces y los frutos oleaginosos forman una combinación especialmente mala, a pesar del delicioso sabor de esta mezcla.
Los aguacates, más ricos en proteínas que la leche, no se deben combinar con otros alimentos proteicos. Su contenido en grasas es muy alto, lo que también inhibe la digestión de otras proteínas. Se pueden asociar con frutas ácidas, pero es mejor no tomarlos con frutas dul ces, ni tampoco con frutos oleaginosos.